martes, 16 de febrero de 2016

Eso es resistencia, y lo demás tonterías

Buenas. Buscando algunas cosas curiosas sobre los años 20, he encontrado una especie de artículo en el periódico relacionado con algo de lo que hemos estado hablando últimamente, el baile en esa época

Durante la década de 1920, se pusieron de moda las maratones de baile en Cataluña. Según nos cuenta el artículo, estos concursos de resistencia fueron unos espectáculos un tanto cafres que consistían en bailar sin interrupción hasta que sólo quedase una pareja en pie.

Una de estas maratones fue en 1924 y se celebró en un entoldado situado junto al Teatro Apolo (en Barcelona). Las parejas debían bailar durante un día entero, y ofrecían a cambio un primer premio de 2.000 pesetas. Los ganadores del segundo premio se llevaban una copa de plata. Al terminar el concurso, los participantes solían presentar un estado lastimoso, con los ojos vidriosos y la cara demacrada. 

Pocas semanas más tarde se celebró otro baile en otro sitio, aunque esta vez de tan sólo 6 horas. A partir de este momento, sucedieron diversas iniciativas.

La necesidad de batir récords hizo que este espectáculo dejara de ser un pasatiempo amable, para convertirse en una forma despiadada de ganar dinero. La sala que se hizo más popular con esta clase de campeonatos fue el Teatro Olympia, situado en Barcelona. Era un edificio de estructura de hierro con capacidad para 6.000 espectadores, que acogió los primeros conciertos de charlestón y jazz celebrados en Barcelona.

Teatro Olympia
Su empresario pactó con el organizador una primera maratón en 1931 que reunió a diversos bailarines profesionales de media Europa. Este primer campeonato del mundo fue muy comentado, porque para acelerar el final se decidió reducir el tiempo que disponían los participantes para descansar. En el siguiente año se convocó una segunda prueba en esa misma sala, y en 1933 se volvió a convocar una tercera competición de 1.000 horas seguidas de baile, que finalmente fue suspendida por el gobernador civil porque la empresa dijo que era una aberración. 

En el cuarto torneo ofrecieron un premio de 20.000 pesetas. En esta competición, los concursantes disponían de un descanso de 15 minutos por hora, y se organizaban galas regularmente para atraer a más público, con grandes orquestas, cotillón y batallas de frutas. A los bailarines que se quedaban sin pareja les llamaban viudos, estos podían seguir y formar nueva pareja con una viuda. Algunos espectadores ofrecían dinero a cambio de que estos agotados bailarines se marcaran un fox o un vals. Un periodista comentó que estos incentivos sólo servían para satisfacer el sadismo que había en el fondo de los seguidores del concurso. Todo parecía ir bien, hasta que la policía suspendió el campeonato a los 21 días de haber comenzado. Los participantes denunciaron al organizador, que fue detenido y juzgado. Nadie cobró el premio, y el Olympia tuvo que organizar una gala benéfica a favor de los damnificados. Fue la última maratón de baile que se celebró en Barcelona, aunque muchos años más tarde se rememoraría el campeonato que en 1938 ganó Massip en Marsella, tras bailar durante 1.658 horas sin parar. 

Pareja de baile en el cuarto torneo

Lucía Sosa Burgos, 1º Bach A.


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