jueves, 31 de marzo de 2016

El misterio del saqueo nazi

Hola a todos, ya se que Agustín está algo harto de los nazis pero he encontrado algo que me parecía digno de comentar ya que lo encuentro bastante interesante y bueno también me quedaba sin ideas para la entrada y es el último día del mes...

Vamos al grano y dejemos de andarnos por las ramas, mirando entre mis libros por si encontraba algo que me inspirara para una entrada he dado con el siguiente título de uno de los capítulos de un libro que habla sobre grandes misterios de la historia, bien, pues el título era el siguiente: el misterio del saqueo nazi.

En dicho capitulo cuenta como aún en día se siguen encontrando grandes tesoros que desaparecieron en la Segunda Guerra Mundial debido a estos saqueos nazis y que después de haberlos estado buscando no se dieron con ellos. De cuando en cuando los periódicos den todo el mundo sorprenden con noticias sobre la aparición de tesoros encontrados en lugares insospechados. En cajas de seguridad olvidadas, en salas de subastas internacionales, domicilios particulares, incluso en museos estatales afloran intermitentemente bienes escondidos durante décadas.

Son lo que queda del formidable botín que el Tercer Reich depredó a lo largo y ancho de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. La maquinaria de guerra puesta en marcha por Hitler llevó a la cúpula nazi a preparar un plan de robo sistemático de valores financieros y bienes preciosos para alimentar semejante despliegue militar. Más allá  de las necesidades económicas de una potencia en guerra, la codicia de Führer y de muchos que le rodeaban les hizo elaborar un plan mas personal y siniestro.

Grandes coleccionistas, galeristas, marchantes de arte y museos de los territorios ocupados fueron expoliados para satisfacer el ego patológico del lider nazi. Durante los casi seis años de guerra, ingentes cantidades de objetos artísticos fueron enviados a Alemania. Su principal destino eran las residencias de los gerifaltes del Reich o los depósitos donde se reservaban para el museo que tenía planeado levantar Hitler.


A medida que se iba aproximando el final de la guerra se puso en marcha un nuevo proyecto para esconder y sacar del país lo que habían robado. Grandes cantidades de oro, valores financieros, pinturas,, muebles, joyas...salieron a través de países neutrales como Suiza, España o Portugal con destino desconocido. En los meses finales a la guerra y durante la posguerra, los vencedores se afanaron en rescatar los bienes saqueados y devolverlos a sus países y propietarios originales, pero una parte importante de este trabajo quedó inconcluso.
Iglesia de Ettlingen, Alemania, en la que un soldado norteamericano contempla las piezas de arte embaladas.


Uno de los casos recientes es el de Cornelius Gurlitt a comienzos de noviembre de 2013, la policía alemana intervino en su casa donde dieron con una gran colección de obras de arte de grandes maestros de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Cornelius despertó la curiosidad de los guardias de las aduanas al ser sorprendido con 18 billetes de 500 euros en el bolsillo, después de una breve estancia en Suiza. Comenzaron a sospechar de que podría ganarse la vida con el contrabando a pequeña escala. La policía se quedó perpleja al encontrar en su piso habitaciones repletas de cuadros cuidadosamente apilados, hasta mil quinientas obras de maestros del siglo XIX como Courbet, Toulouse-Lautrec y maestros de las vanguardias de comienzos del siglo XX como Pablo Picasso, Henri Matisse, Otto Dix...aquello era un autentico museo escondido.
Cornelius Gurlitt

Las investigaciones revelaron una historia digna de contar. El padre del acusado, Hildebrand Gurlitt, había sido un marchante de arte que había tenido problemas tras la llegada de Hitler al poder por tener antepasados judíos. Pero logró ganarse la condescendencia del régimen al encajar perfectamente en el tinglado ilegal de tráfico de arte hacia Suiza para conseguir ingresos para la guerra.

Había obras maestras que llevaban décadas desaparecidas y otras incluso parecían no haber sido nunca catalogadas.
Cuadro Jardin de invierno del impresionista Édouard Manet, en Merkers, Alemania

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