sábado, 26 de marzo de 2016

La mujer y el fascismo

El papel de la mujer en los regímenes fascistas europeos del siglo XX sufrió un importante retroceso.
En Alemania, la liberación sexual, el control de la natalidad y la disminución del número de matrimonios durante la República de Weimar, fue considerado por el nazismo como un síntoma de decadencia, según el cual, la mujer debía estar unida a las tres k: kinder, kirche, küche (niños, iglesia, cocina). Hitler aseguraba que los derechos de las mujeres en el Tercer Reich consistían en que toda mujer encontraría marido; incluso el Ministro de Propaganda Joseph Goebbels, afirmaba que “la mujer tiene el deber de ser hermosa y traer hijos al mundo”.


Admiradora de Hitler, genéticamente impecable, profesional en las faenas de casa. Así tenía que ser una chica nazi en la Alemania en los años 30 y 40 para que le permitieran casarse.

Para que ninguna mujer se quedase soltera, se pensó que los soldados que hubieran demostrado valentía en el campo de batalla podrían casarse con dos mujeres, pero finalmente no se llevó a cabo. Se organizaron hogares para mujeres solteras que eran fecundadas por soldados racialmente idóneos de las SS (tropas de élite dirigidas por Heinrich Himmler).
Por otro lado, en busca de esa raza superior, se impedía la procreación de niños enfermos, deficientes mentales o con alguna discapacidad, llegando incluso a la esterilización forzosa de aquellas parejas que los engendrasen. Para evitar estas situaciones se creó el Tribunal de Salud Hereditaria.
Para Hitler, la natalidad era un punto estratégico: “también la mujer tiene su campo de batalla; con cada niño que trae al mundo y ofrece a la nación, participa en la lucha por el bien de ésta”. Así, conseguirían más soldados para una posible guerra, y una nueva generación que podría ocupar el llamado “espacio vital alemán”. Como fomentar la natalidad era prioritario, se limitó la venta de anticonceptivos y se prohibió el aborto, aunque no para las mujeres judías.
En la época de Franco, la mujer española no sufre una situación tan exagerada como en la Alemania de Hitler, pero sí coinciden en las ideas principales.
Hitler, Mussolini y Franco, intentaron ganarse el apoyo de las mujeres. Ellas eran las madres de la patria. Sus ideales exigían el regreso a los valores tradicionales, donde la mujer quedaba unida a las tareas domésticas y se ensalzaba su papel como esposa y madre.

En 1934 se creó la Sección Femenina, que estuvo funcionando hasta el 1 de abril de 1977, dirigida en sus comienzos por Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio, fundador de la Falange Española. Las ideas de la Sección Femenina estuvieron marcadas por la iglesia y el propio José Antonio: “el fin esencial de la mujer, en su función humana, es servir de perfecto complemento al hombre, formando con él, individual o colectivamente, una perfecta unidad social…A mí siempre me ha dado tristeza ver a la mujer en ejercicios de hombre, toda afanada y desquiciada…” Así la Sección Femenina difundía los valores tradicionales, donde la figura de la mujer quedaba resumida en los papeles de madre y esposa sumisa.
El objetivo es que la mujer se convierta en el pilar fundamental de la familia, siendo ésta imprescindible para el régimen. Los abortos también estaban prohibidos, por lo que se realizaban de forma oculta y en muy malas condiciones sanitarias, provocando gran mortalidad entre las mujeres y penas de cárcel en el caso de que fueran descubiertas.



En ambos países, la situación de la mujer en estos periodos es muy parecida. En plena guerra tuvieron que ocupar los puestos que ocupaban los hombres en talleres y fábricas, aunque por menos salario. Tras la guerra, sólo se les autorizaba a trabajar hasta el momento de la boda, pues su función principal era en el hogar, de profesión: sus labores. En ocasiones, para aportar algo a la economía familiar se le permitía hacer otros trabajos como costurera, lavandera, etc.

Puede que esta estrategia de aumentar la natalidad fuese necesaria para levantar el país después de una guerra, pero con esto no es suficiente. La mayoría de mujeres tenían un montón de hijos que no podían alimentar adecuadamente, ni recibía atención médica, por lo que morían gran cantidad de niños y mujeres en los partos. De nuevo la mujer es tratada como una máquina de producción (soldados, trabajadores). Por suerte, esta situación ha cambiado bastante, aunque ha costado lo suyo. De todas formas, aún quedan muchos logros por conseguir en la vida social, laboral y familiar.

Isabel Cabañas Bógalo

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